Era jueves 10 de febrero. Era el último primer verano más oscuro que tuvo La Plata. Las esquinas no podían tener más de una sombra. El verde no traía esperanza alguna. Susana no sabía que esa iba a ser la última vez que vería a su familia. Susana suponía que algo podía pasar. Ella estaba haciendo algo indebido para aquel entonces. Susana pensaba, escribía, no temía. Susana era Susana. Susana tenía ojos de papel. Y por ser Susana decidieron que deje de ser.

Documento sin título

Fanática de García Lorca, Pablo Neruda y lectora de Jorge Luis Borges –a quien supo entrevistar a sus 16 años-, Susana era la hermana mayor de una familia que vivía cerca de Plaza Moreno. Febrero era su mes, ya que el 22 cumplía años. Tenía 22 aquel 10 de febrero de 1977, la tarde en la que disfrutaba de su amado diagonal 73 por última vez.

Susana decidió estudiar Letras en la Universidad Nacional de La Plata, aunque su pasión por los libros, la libertad de pensar, conocer e ir más allá la hizo también anotarse en la carrera de bibliotecología de la Universidad de Buenos Aires.

Ella egresó en 1971 del Colegio Nuestra Señora de la Misericordia, y tuvo esa celebración de fin de curso con compañeras. Al año siguiente, era ingresante para el Profesorado en Letras de la  Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Sus ideales por una patria grande, Cuba libre y levantar las banderas de Salvador Allende la llevaron a ser parte de la Juventud Universitaria Peronista. Su padre, Juan Antonio González, había tenido la posiblidad de visitar a Juan Domingo Perón en Puerta de Hierro gracias a su profesión de Marino como también conocer la Copa Intercontinental que ganaría Estudiantes en Manchester, antes que cualquier otro hincha del León la viera.

Susana, tras egresar del Misericordia en 1971

Susana le llevaba seis años a su hermana, Cristina, y aunque había pequeña diferencia era la que le abría el mundo a la más chiquita de la casa. Armada de libros, poemas e historias, Susana tenía como su fuerte a la palabra, la prosa, la sensibilidad, la facilidad de poner emociones en papel.

Con particular apodo por parte de sus compañeros de facultad, Eudeba –ya que cursaba bibliotecología en la UBA-, hizo la vida de cualquier joven: pensar, amar, odiar, escuchar, hablar, callarse, encontrarse. Susana vivía en ese mundo, en medio de una realidad difícil y con un Sol que año a año se preparaba para un eclipse de casi una década.

Muchacha ojos de papel¿A dónde vas? Quédate hasta el albaMuchacha pequeños piesNo corras más, quédate hasta el alba… (Almendra, 1969)

Susana, según registros de la UNLP, rindió por última vez una materia de Letras en abril de 1975. Abril de 1975, casi un año antes de que la libertad quede atada solo a los límites de los pensamientos y eso que hasta terminó existiendo un control de los pensamientos. Susana tenía las facultades suficientes para no encerrarse en esa oscuridad. Susana tenía voz y voto. Y a Susana, por seguir pensando le taparon sus ojos de papel y apagaron sus versos.

Susana fue raptada de su casa ante el temor de la familia, bajo el uso de las armas, la violencia desmedida y el injustificado accionar apañado por el gobierno de facto tapó para siempre aquel Sol de febrero en la zona de 17 y 47. Testigos vieron cómo se la llevaron, sin poder hacer nada por el miedo. El mismo miedo que se vivía en cada esquina, y que aquel 10 de febrero también se llevó en Tolosa a Anahí Silvia Lahera Mercader Fernández y a Mario Miguel Meyer Mercader. A Anahí, apenas cuatro años antes le dedicaba un poema: Esas cosas.

Susana y su hermana, Cristina

A Susana la buscaron, por Susana preguntaron, por Susana movieron cielo y tierra hasta que les pusieron un freno. Su papá, Juan Antonio, hombre de la Marina, y su mamá, Tita, maestra de piano e hija de uno de los primeros españoles en llegar a La Plata, tenían que también proteger a la menor, a Cristina. La persecución, el no saber qué pasará, amenazas y demás fueron parte de la vida cotidiana por los siguientes meses.

De Susana no se supo nada hasta que de a poco empezó a salir el Sol. El Equipo Argentino de Antropología Forense le confirmó a Cristina sobre el año 2010 que tras una intensa búsqueda encontraron restos humanos pertenecientes a su propio ADN: era Susana, quien figuraba como Natalia Natalia (NN) en el Cementerio de Avellaneda. Susana volvía a ser Susana, tras tantos años pasar como una desconocida, como solo un cuerpo.

Susana ya no tenía esa belleza incomparable, esa gran sonrisa y las perfectas manos con uñas rojas. Tampoco tenía en su mirada aquellos tilos de la diagonal 73, tampoco podía sentir las hojas de los libros de García Lorca ni tampoco ideas para su quizás próximo poemario. Tampoco podía observar los cuadros de Modigliani. Pero Susana estaba en esos espacios donde por mucho tiempo no se podían usar: Susana estaba en la memoria, en los pensamientos, en los recuerdos, en el boca a boca de sus amigos, en el reflejo de su sobrina, Carolina, que sin dudas le hubiese encantado conocer y en los cuadros que sostenía su familia sobre el piano de pared que ocupaba parte del living de su casa.

Susana pensó y amó, miró y olió, disfrutó y abrazó por última vez aquel 10 de febrero de 1977. Susana por el solo hecho de pensar llegó a más allá de su ámbito familiar. Susana Raquel González Ducasa pasó a ser historia, a ser nombrada aunque no la hayan conocido todos. Susana pasó a estar en libros aunque nunca hubiese querido que sea de esa manera. Susana pasó a estar en los pensamientos de miles y miles de personas. Susana fue desaparecida pero aparece en los recuerdos de tantos, como también en esas páginas de su ‘Poemario 73’ que pudo publicar un 30 de marzo de 1973 gracias a una gráfica de 55 entre 7 y 8.

Poemario 73 – “Tiempo”

A mi hermana, del lado azul, del lado feliz, del lado nuestro

 

Hay que vivir escalando sueños, no derribándolos.

Hay que dejar volar los deseos

sin que se vayan de nosotros, liberándolos.

Hay que saber vivir y eso es demasiado,

llevando la velocidad justa desde la partida

porque, quizá, de caminar muy a prisa,

pudo haber pasado la felicidad inadvertida.

Susana González Ducasa, 1972

 

Esta es la historia de Susana. Esta es la historia de mi familia. Esta es la historia de miles. Esta es la historia de todos. Esta es la historia que Nunca más tenemos que olvidar.

 

Susana Raquel González Ducasa – Nació el 22/2/1954 – La Plata

Susana Raquel González Ducasa – Desaparecida el 10/2/1977 – La Plata

Susana Raquel González Ducasa – Identificaron sus restos en 2010 – Avellaneda

By Sergio Pomares

Periodista. Licenciado y Profesor en Comunicación Social UNLP. Locutor Nacional ISER. Platense, como el diagonal. Mi sueño es conocer a Freddie Mercury.

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