
Libertad para acceso a la salud pública, pero (sobre todas las cosas) un reparo de Justicia Social. El Senado de la Nación se pronunció a favor de la interrupción voluntaria del embarazo y abortar en nuestro país deja de ser un privilegio de clase.
Tuvieron que pasar casi 18 años para que los legisladores se dignaran a dejar de lado su moralina religiosa y poner el foco en lo que realmente ocurre: los abortos suceden. Antes se hacían en la clandestinidad, ahora se harán en el hospital.