Luis Castells, dueño de las tierras en ese entonces, comienza la edificación en el año 1907, siendo inaugurado tres años más tarde. El rematador uruguayo Francisco Piria lo adquiere en 1926 con el propósito de transformar la zona en un importante balneario.
Las habitaciones del primer piso fueron revestidas con madera tallada por artistas uruguayos. La sala central llamada “Salón de los espejos” estaba adornada con herrajes de bronce, vidrios bicelados y detalles en mármol, todo trabajado a mano.